Casi tres meses después, en medio de estos días que yo he bautizado como «el  internado«, no quisiera dejar pasar un minuto más sin cumplir con este pendiente auto impuesto; Debo confesar que esta cuarentena me ha gustado mucho, a pesar de lo cuesta arriba que la he sentido por semanas  y porque me ha enfrentado sin escape alguno ( o escapando poquito) al miedo más grande que he tenido en el último año y medio de mi nueva vida: a encontrarme conmigo misma.

Siempre he sido amante de la introspección, pero  al pasar por una pérdida brutal, he tratado de salir a flote como un tractor, abriéndome camino como podía y sin raspar la olla.  Así que el famoso «confinamiento» me agarró del cuello y me hizo mirar todo, lo que me gusta y lo que no también.

Desde el día uno sentí que estaba en proceso de re-armarme y  decidí sacarle el jugo. Reunirme, hacer talleres, re-tomar sesiones pasadas con un círculo de mujeres increíbles que han aportado muchísimo a mi propia experiencia, con algunas sin conocernos previamente y a las que les tengo un agradecimiento bonito. No quiero ahondar en el  duelo en sí porque algo me dice que para hablar de ese tema hay que dejar que pase el tiempo, pero si me gustaría aclarar  que la cuarentena  me hizo abrazar a ese desafío, que no le deseo a nadie, pero que llegó con regalos de crecimiento, tomas de consciencia, amigos queridos y más. Sería injusto mirarlo con mala cara, cuando a pesar de todo, ha sido un compañero generoso conmigo.

Semanas antes de la llegada del virus, pude hablar con Cecilia, un libro abierto que me contó su tránsito por la misma pena treinta años antes que yo. Una mujer admirable y fuerte. Todavía siento el abrazo que nos dimos al despedirnos y su mirada llena de ternura con la que me dijo que todo iba a estar bien.

Por esa misma época llegó a mi casa Adriana Kouri para tomarnos unas fotos, especiales, emotivas, diferentes, suena muy cotidiano pero no, una parte del camino estuvo en asumir que somos tres y que la vida sigue siendo bonita; Antes de imprimirlas  me repetí a mi misma  «estoy sola con los chicos» y después del «clic»,   ya colgadas en la pared por la que paso veinte veces al día, me doy cuenta que  que somos los tres y estamos completos.

Desde Marzo, cuando los  días cambiaron seguí  con las clases de Yoga que practico hace muchos años con mi sensei (como yo le digo) Monica Moraes ; Una compañera sabia incorporando como principio universal el escuchar mi cuerpo  y con quién he logrado no sólo reconocer  mi derecha y la otra derecha ( ja, ja) sino que a la vida y al cuerpo no podemos apurarlos, las posturas van llegando con consciencia y muuucha paciencia, respirando cada músculo y  no tratando de meternos en ellas con calzador.

Tuve sesiones espectaculares con Marita Escalante, mi maestra querida, que desde hace 6 años me contagió de la filosofía de las Constelaciones Familiares, de vivir la vida como viene y no cargar con más de lo que nos corresponde. Marita no  sabe pero es gracias a nuestras reuniones que yo he podido transitar por lo que me ha tocado desde un roll adulto.

Adriana Gomez, capa en Bio-Decodificación también ha sido crucial estos casi noventa días, descifrando la catarata de emociones por gestionar desde hace quince meses  y aprendiendo a aceptar sin huir, para que el cuerpo físico no sea el que sufra.

Dani Andrade es otra persona que no tiene idea lo mucho que me ha aportado, con su paciencia para escoger las mejores fotos de los últimos diez años de mi vida y de esa manera  construir un futuro de recuerdos para mis hijos. El objetivo siempre fue que en esos álbumes que estamos armando, se sienta desde cualquier ángulo el amor inmenso que los ha sostenido.

Xime MiroQuesada, desde que nos conocimos nos quisimos. A pesar que mi intención de contactarla fue para materializar unos proyectos que tenía postergados a través de su experiencia, energía  y de lo dedicada que es; Viernes a viernes encontrábamos muchas sincronías entre nosotras y las reuniones eran un placer.

Con mis ganas de estar  presente en mi cuenta de Instagram, llamé a Alana Avendaño, amiga mía del colegio que me ayudó a sacarme la cara de cuco que tengo cada mañana, paciente con mis habilidades nulas con el maquillaje y las brochas, siempre con un comentario positivo en la misión de tratar de tapar mis ojeras.

Con Natalie Bourchier tuve una asesoría de imagen. Una de las características de los primeros meses de duelo son las ganas intensas de comprar y yo tuve una etapa aderezada con esa necesidad, compraba ropa para guardarla en mi cajón; Reunirme con Nati me ayudó más de lo que ella cree, a dejar ir, a soltar, a regalar, a reinventarme, siempre fiel a mi estilo, que yo pensaba que era romántico (ja) y descubrí que soy un ser «casual» .

Chiara Roggero, mi Miss con sus talleres de redacción pajísimas. Hay días que entiendo la tarea al revés, pero lo que ella no sabe es que consigna a consigna, me da la oportunidad que yo (por   «hacer» cosas todo el día) no me permito: Ordenar mis ideas, eliminar lo que sobra, resaltar lo que importa, sintetizar;  En su taller no sólo me codeo con Gladiadores, Martín Venegas y AAA, sino que voy explorando entre mi vida pasada y esta ola que me corro sobre la marcha.

Luciana Guinea, mi amiga del alma ayudándome con cambios en mi casa, haciendo que todas  movamos camas, sofás y macetas a través de instrucciones por «Zoom»,  Repitiendo con amor que «nuestros son espacios son el reflejo de nosotros»

El Bonus Track es un hombre y no una mujer: Fernando Araya, con quién he conversado entre Abril, Mayo y Junio. Él dice que es un orientador, pero yo siento que es más que eso, es un amigo que te hace cuestionarte constantemente desde la calma y con claridad.

Así están mis días,

Un abrazo

Mili

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